9 El día octavo tuvo lugar la asamblea solemne, pues habían hecho la
dedicación del altar por siete días, de manera que la fiesta duró siete días.
10 El día veintitrés del mes séptimo, Salomón envió al pueblo a sus
tiendas alegre y contento en su corazón por el bien que Yahveh había hecho
a David, a Salomón y a su pueblo Israel.
11 Acabó Salomón la Casa de Yahveh y la casa del rey y llevó a cabo
todo cuanto se había propuesto hacer en la Casa de Yahveh y en su propia
casa.
12 Aparecióse entonces Yahveh a Salomón por la noche y le dijo: «He
oído tu oración, y me he elegido este lugar como Casa de sacrificio.
13 Si yo cierro el cielo y no llueve, si yo mando a la langosta devorar
la tierra, o envío la peste entre mi pueblo;
14 y mi pueblo, sobre el cual es invocado mi Nombre, se humilla,
orando y buscando mi rostro, y se vuelven de sus malos caminos, yo
les
oiré desde los cielos, perdonaré su pecado y sanaré su tierra.
15 Mis ojos estarán abiertos, y mis oídos atentos a la oración que se
haga en este lugar;
16 pues ahora he escogido y santificado esta Casa, para que en ella
permanezca mi Nombre por siempre. Allí estarán mis ojos y mi corazón
todos los días.
17 Y en cuanto a ti, si andas en mi presencia como anduvo tu padre
David, haciendo todo lo que he mandado y guardando mis decretos y mis
sentencias,
18 afianzaré el trono de tu realeza como pacté con tu padre David
diciendo: “No te faltará un hombre que domine en Israel.”